EL DOLOR DE LUISA
Esa noche trágica, llena de furias y lamentos, Luisa volvía de de ver a su virgen de Lujan. Toda su devoción estaba puesta dentro de esa Basílica…-pedía por sus hijos,…- en principal uno de los más pequeños al que le había agarrado un falso crup. El médico le decía que tenía problemas bronquiales, ella lo único que anhelaba era que Matías pudiera jugar como los otros chicos y no se le cerrara el pecho con esos silbidos característicos. No sabe cuántas ave María y Padre nuestro rezó.
Apretaba fuerte el rosario a punto de desarmarlo, le dolían las piernas de estar arrodillada en esos bancos de madera lustrados. Las imágenes la apabullaban, la luz se colaba por los viteaux con un halo celestial, se descomponía en partículas multicolores. El olor a incienso y velas quemándose le producía nauseas.
Comenzaron la vuelta. La tarde se iba diluyendo para dejar paso a la noche. Por la ruta con el falcón de la familia, uno de los niños charlando animadamente se reía a carcajadas. Ella no se percató del camión que bruscamente se cruzó en la ruta e impactó en la puerta del acompañante.
Luisa recibió un golpe terrible, casi pierde el conocimiento. Un dolor inhumano, desgarrador le invadió todo el cuerpo, eran oleadas de sufrimiento…
Una ambulancia llegó enseguida. La trasladaron en una camilla con el cuello ortopédico. En el hospital los estudios diagnosticaron cuatro hernias cervicales, roturas de ambos meniscos de las rodillas, luxación de hombro derecho y desgarro del bíceps izquierdo. No sabía qué era lo que más le dolía, pero tenía su fe intacta, alegre porque sus niños habían salido ilesos.
La vuelta a su casa… los dolores se intensificaban, tomaba calmantes todo el día, era como si tragara agua… había momentos en los que tenía ganas de golpearse la cabeza contra las paredes. Lo que sentía era tan intenso como si fierros calientes atravesaran todo su cuerpo. Por breves instantes pensaba en dejar este mundo, los dolores la superaban… -entre sollozos y lamentos se le aparecía la imagen de la virgen como acompañando su dolor. Por un instante era como volver el tiempo atrás a esa tarde en lujan cuando todos sus dolores eran sólo espirituales.
El tiempo fue pasando y comenzó su rehabilitación con kinesiólogos. La acompañaban sus hijos que se iban turnando. Ya por suerte al más chiquito se le había ido el falso crup -gracias a la virgen –.
Sus hijos que en algún momento estuvieron distanciados rondaban alrededor de ella. Estaban todos unidos por el dolor y la tristeza de ver a su madre con muletas y ese cuello ortopédico.
Seguía agradeciendo a su virgen por haber unido a su familia desde el dolor y le prometió que cuando se curara físicamente, todos llegarían caminando hasta su altar.
Le llevo más de dos años cumplir su promesa, pero como deudas son deudas caminaron todos en familia. No podía describir su cansancio: volvieron los dolores desgarrantes en ambas rodillas, el cuello le explotaba. Por momentos se mareaba y alguno de sus hijos la tomaba de un brazo.
En toda la caminata la señora la acompañó cuando sus fuerzas flaqueaban y se sentía morir, pero se decía “promesas son promesas” y se desplomó en el atar entre sollozos y raptos de alegría.
Autor : Segovia Monti.
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